La escritora Irene Vallejo conversó en la Biblioteca Central sobre el recorrido histórico del libro y las bibliotecas, de la oralidad y el mundo griego, y de la desinformación en nuestra actualidad.

*Administrar el conocimiento es algo que nos vuelve poderosos. Y por ese motivo tantas veces se ha intentado controlar los libros que existen y saber quiénes sí los leen y quienes no, es una forma de marcar un perímetro de control, indicó la autora.

*En el infinito en un junco, Irene Vallejo se propuso hacer una alabanza de la oralidad porque considera que el libro no nació para suplantarla, sino para evitar su desaparición.

*Desde el nacimiento de los libros se encuentran testimonios de su persecución y destrucción, con la finalidad de expulsar del conocimiento a las personas que no estaban de acuerdo con las ideas de los poderosos que ejercían su control.

El video de esta actividad se encuentra disponible en:

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A pesar de contar con una apretada agenda de trabajo y un apresurado regreso a España, la filóloga y reconocida escritora -galardonada con el premio “El Ojo Crítico”, entre otros premios- Irene Vallejo Moreu llegó puntual a la Biblioteca Central de la UNAM para conversar con la doctora Elsa Margarita Ramírez Leyva, directora general de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información, y con el doctor David García Pérez, director del Instituto de Investigaciones Filológicas también de esta casa de estudios, no sin antes agradecer al público asistente por el cálido recibimiento de que fue objeto, y de paso dar un recorrido con la vista por el recinto, al cual calificó como la “biblioteca más hermosa del mundo”.

Al iniciar el conversatorio con la autora, la doctora Ramírez Leyva dijo que una de las razones por la cual se invitó a Irene Vallejo se debe a que en su más reciente libro titulado El infinito en un junco una de las protagonistas es la institución bibliotecaria, y también por la gran trascendencia editorial que ha cobrado su ensayo en tan poco tiempo -a partir de su publicación 2019-, en gran medida gracias al ingenio que tuvo de ir entretejiendo y relacionando una gran cantidad de protagonistas a través de la invención de los libros, entre los que destacan –en este caso- las bibliotecarias y los bibliotecarios, los cuales salen del anonimato y se vuelven parte de la aventura en la narración que ofrece la autora, enmarcada entre el goce intelectual y estético.

“Este libro nos va sembrando la semilla del amor por los libros, el gusto por la lectura y el reconocimiento de la labor de los protagonistas que han contribuido a salvar a millares de textos de muchos riesgos y peligros que han tenido a lo largo de los siglos. Y precisamente con esta idea de darle importancia a las bibliotecas, fue que se dio una relación muy particular entre Irene y la obra del filósofo Petrarca en la Biblioteca Riccardiana de Florencia, la cual provocó en ella una gran emoción, que más tarde se tradujo en el deseo de escribir El infinito en un junco”.

Al adentrarse en la conversación, la escritora señaló que el sentimiento más poderoso que le embargo fue en el momento en que tuvo entre sus manos un manuscrito muy importante, y como consecuencia le hizo sentirse muy afortunada debido a que, de algún modo, la sociedad le había abierto los caminos para que ella tuviera acceso a las joyas bibliográficas que resguarda la Biblioteca Riccardiana.

Resaltó que dichas obras fueron escritas para los hombres aristócratas del renacimiento florentino; motivo suficiente para que naciera en ella la necesidad de contar acerca del tránsito que ha tenido la democratización del saber a lo largo de la historia. Pues dijo que, en un principio, esos tesoros pertenecieron sólo a unos cuantos privilegiados y más tarde las bibliotecas públicas abrieron el acceso al conocimiento a todo tipo de personas interesadas en aprender.

En su oportunidad, el doctor David García indicó que cuando él entra a alguna biblioteca viene a su mente el cuento de la Biblioteca de Babel, del escritor Jorge Luis Borges, porque considera que cuando alguien se acerca a un libro es como si se abriera una ventana, que a su vez abriera otra ventana y así sucesivamente. Y que, en este sentido, con el libro El infinito en un junco la autora logra que el lector se sienta atraído y atrapado por la lectura porque una página lo lleva a otra página y otra más, hasta el final de la obra.

“Esto por un lado, porque el libro de Irene Vallejo es un maravilloso recorrido del libro y las bibliotecas -en donde al parecer se sostiene una lectura sublime de principio a fin-, porque es una novela, porque es un ensayo. Pero también para algunos colegas es una respuesta a la profesionalización de los estudios clásicos, porque la autora logra acercar un mundo que tiene milenios y centurias al mundo actual, pero de una forma muy didáctica porque hay una reivindicación de las bibliotecas y de los estudios clásicos”.

Al respecto, la autora señaló que en su libro también intentó hacer una alabanza de la oralidad porque considera que el libro no nació para suplantarla sino para evitar su desaparición, su olvido y su extinción; pues ella así percibió que el libro debía ser concebido.

“Yo me enamoré de los libros y la literatura antes de saber leer y escribir, cuando mi madre y mi padre me contaban cuentos antes de ir a dormir. De manera que la fascinación surgió para mí porque tuve la inmensa suerte de haber nacido en una familia donde había narradores orales, y eso exige unos talentos, unas habilidades, una modulación de los tonos de voz, un sentido rítmico del lenguaje, una retórica de las pausas y dilaciones, y del juego y el diálogo entre los que escuchan; es toda una ceremonia y un ritual”.

Añadió que ha habido y sigue habiendo grandes narradores y fabuladoras orales analfabetas, porque el libro es el vehículo no es el contenido y lo que es realmente valioso es lo que el libro transporta, es decir, las historias y los poemas de las personas.

Es por ello, que afirmó que los libros no han matado la oralidad De hecho, dijo que hoy en día la tecnología ha sido una aliada para salvar la oralidad al escuchar la radio, el podcast y las notas de voz de los móviles.

“Esencialmente la educación sigue teniendo un fuerte componente oral porque nos reunimos para hablar y debatir; una clase es una conversación, un diálogo. Por eso, durante la pandemia ha sido tan duro renunciar a lo presencial y al contacto humano”.

Por otro lado, dijo que el problema con la escritura y con el libro es que, a veces, por desgracia, han servido para excluir, para acallar y para silenciar, porque se ha considerado primordialmente a la cultura canónica por encima de otras formas de cultura, que han sido expulsadas porque se les considera menores y populares, derivado de los prejuicios, no del libro en sí.

“El acceso a la cultura, la escritura y el conocimiento ha estado vedado para muchas personas y eso ha impedido que enormes riquezas culturales se hayan podido reconocer, valorar y dignificar. Yo creo que la potencialidad del libro es esa capacidad emancipadora y democratizadora a la que he hecho referencia y que en definitiva para mí es el gran tema”.

Al continuar con la conversación, la doctora Elsa Margarita Ramírez señaló que en la aventura que teje Irene Vallejo en su obra los libros han pasado por muchos riesgos, pero al mismo tiempo han adquirido tanto poder que muchos gobernantes deseaban obtener todos los libros que se habían publicado en aquellas épocas antiguas; por lo tanto, se lanzaron a la tarea de obtener los libros como fue el caso de la Biblioteca de Alejandría.

Al respecto, la autora dijo que las personas sobreviven a través de las historias, de los relatos de las comunidades, del pasado de las familias y de los países, porque es una forma de mantenerse vivos.

“Administrar el conocimiento es algo que nos vuelve poderosos, y por ese motivo tantas veces se ha intentado controlar los libros que existen y saber quiénes sí los leen y quienes no; es una forma de marcar un perímetro de control para saber quién accede a ese poder que posibilita el enriquecimiento de la existencia humana, gracias a la sabiduría contenida en esos libros. A su vez, esa élite poderosa determina qué tipo de personas deben quedar fuera de dicho privilegio, porque están destinados a llevar una vida más humilde y resignada”.

Abundó que desde el nacimiento de los libros se encuentran testimonios de su persecución y destrucción, con la finalidad de expulsar del conocimiento a las personas que no estaban de acuerdo con las ideas de los poderosos que controlan a la sociedad.

“Los libros siempre han estado en peligro y lo siguen estando, incluso en la actualidad con las democracias. De igual forma, la información sigue estando en peligro con las fake news, las cuales provocan tanta ansiedad porque se sabe lo importante que es contar con fuentes fidedignas, y como investigadores se reconoce la importancia de contar con fuentes confiables en un mundo tan confuso y complejo como el mundo de hoy”.

Aclaró que para el mundo de los griegos esta situación era igual de importante, sobre todo cuando nació el proyecto de la Biblioteca de Alejandría, porque se le pagó el sustento a las mejores mentes para que se dedicaran a estudiar e investigar en diversas áreas del conocimiento. Pero, esos sabios también se encargaban de preservar los libros porque entendían de alguna forma que era un derecho del futuro, y una forma revolucionaria de posibilitar el conocimiento del pasado y la historia.

En este sentido, la doctora Ramírez Leyva añadió que, de algún modo, se sabe que en Alejandría nació la profesión bibliotecaria gracias al primer “catálogo” o sistema de orden de la información y conocimiento contenido en la biblioteca, atribuido al poeta y erudito Calímaco.

Ante ello, la invitada se sumó a dicha aseveración al decir que las bibliotecas son grandes laberintos llenos de libros, y en ese sentido el catálogo es como el corazón de la biblioteca y la ruta que permite llegar a lo que se desea.

“En el mundo antiguo había pocas bibliotecas, pero ahora han tomado el mundo porque abundan en todas partes. Y eso es hermoso, porque es una herencia que hemos recibido de nuestros antepasados clásicos y son una de las presencias esenciales para entender el mundo en que vivimos. De hecho, los presidentes democráticos en Estados Unidos cuando dejan su puesto construyen bibliotecas para que se guarde su legado, eso significa que simbólicamente la biblioteca es un templo democrático."

Por último, en una segunda intervención, el doctor David García se refirió a la musa que resguardaba el honor de los guerreros y que también era la depositaria del saber e inspiradora de los poetas, para resaltar que el libro es memoria.

En este sentido, Irene afirmó que lo que hoy está en juego es la memoria, y que, en el caso de los griegos, ellos sabían que la madre de las musas era la memoria, y, a su vez, el camino de esta es la reivindicación y dignificación. Y concluyó:

“Uno de los motivos, por qué escribí El infinito en un junto fue para rescatar las memorias que han quedado orilladas, despreciadas, y aceptar nuevas formas de heroísmo, de gloria, distintas a las que la historia homologada nos ha transmitido. Pues una mujer que teje con un telar de cintura también está contando su historia y legando una memoria porque forma parte de algo más grande que ella misma; como en el caso de la poeta griega Safo. En este sentido, hay muchas formas de narración y memoria”.

Reseña informativa: María del Rosario Rodríguez León

Fotografías: Julio Zetter Leal