*La educación superior ha sido orillada a desarrollarse de forma híbrida, en algunos casos totalmente online; lo mismo ha sucedido con sus bibliotecas.

Los videos de esta actividad se encuentran disponibles en:

Sesión 1. https://www.facebook.com/bibliotecasUNAM/videos/361449695042392

Sesión 2. https://www.facebook.com/bibliotecasUNAM/videos/255044402419703

Sesión 3. https://www.facebook.com/bibliotecasUNAM/videos/359744411738332

Sesión 4. https://www.facebook.com/bibliotecasUNAM/videos/2737541756493918

El prolongado confinamiento provocado por la pandemia de la COVID-19 nos lleva a pensar que el futuro sea percibido por la sociedad como algo incierto, resultado de ello se ha tenido que dar un paso adelante para poder trabajar en los entornos virtuales. Si bien es cierto que las bibliotecas universitarias ya venían trabajando desde hace tiempo en la automatización de los procesos y en la digitalización de los servicios informativos, así como en el fomento de las habilidades informativas, aún no se han incorporado las habilidades digitales.

En correspondencia con los difíciles tiempos que se viven hoy en día, es necesario integrar las capacidades digitales a nuestra formación en general y especialmente en nuestras comunidades universitarias, indicó la directora general de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información (DGBSDI), doctora Elsa Margarita Ramírez Leyva, en la presentación del V Foro virtual “El desarrollo de capacidades digitales para el ecosistema híbrido del siglo XXI: contribución de la biblioteca universitaria”.

En este sentido, los participantes de esta emisión dieron un panorama amplio al respecto, y en la apertura de la primera sesión del foro se tocó el tema “Las competencias para los entornos híbridos en educación superior”, moderada por la propia directora general, quien cedió la palabra al maestro Miguel Ángel Gallegos Cárdenas, de la Universidad Autónoma Metropolitana, en México, para que fijara su posicionamiento en torno a las competencias digitales. Al respecto, él dijo que la educación superior involucra a muchos agentes y en el caso de México se cuenta con 10 subsistemas, cada uno con sus propias particularidades y con una diversidad de términos para las competencias que se plantean, entre ellas están: la carrera profesional, el plan y la modalidad de estudios y los intereses de la comunidad estudiantil.

Añadió que en la carrera profesional cada una tiene sus perfiles de egreso, por ejemplo, la licenciatura en Pedagogía, que está orientada a explicar la problemática educativa de nuestro país, pero su programa educativo no contempla las competencias que los futuros egresados tendrían que adquirir para desenvolverse en su campo laboral. Un caso excepcional es la carrera de Ingeniería en Mecatrónica, pues en su perfil de egreso sí da relevancia a las competencias, en este caso son las siguientes: diseñar, innovar, construir e implementar productos que mejoren la seguridad y calidad de vida de las personas. “Entonces las universidades dan por hecho que los estudiantes desarrollan y se apropian de ciertas competencias, pero no vienen señaladas en los planes de estudio”.

Agregó que en este proceso de enseñanza-aprendizaje el estudiante ha adquirido conocimientos y nuevas competencias, por él mismo o por la necesidad de realizar las tareas y las prácticas escolares, las cuales en el plan de estudios no fueron consideradas. Entonces, hay que reflexionar en los contenidos y las directrices que señala el modelo educativo.

Dicho esto, “lo que sigue es ubicar en qué entorno se está trabajando, pues dadas las circunstancias de la pandemia nos ubicamos en el entorno híbrido, el cual puede desarrollarse de dos formas: de manera sincrónica, es decir, cara a cara entre los profesores y los estudiantes, en un mismo espacio físico presencial, o conectados a la distancia por medio de plataformas digitales”. Lo ideal, y lo que se pretende, es trabajar en un entorno digital, pero para ello es necesario contar con lo que el maestro Miguel Ángel Gallegos definió como capital de conocimientos adquiridos, que no son otra cosa que las habilidades para aplicar los saberes y la actitud que se debe tener para comportarse ante cualquier situación, escenario o contexto.

Por su parte el profesorado, para hacer frente ante este panorama educativo que se vive actualmente, debe adquirir diversos tipos de competencias digitales: instrumentales; didácticas de investigación; organizativas; comunicativas y de búsqueda y gestión de la información, para que sea capaz de realizar la elaboración de presentaciones y material didáctico, con la finalidad de atender las necesidades del estudiantado.

En esta misma dirección el doctor Manuel Area-Moreira, de la Universidad de La Laguna, en Islas Canarias, España, señaló que desde antes de la pandemia ya transitábamos por el ciberespacio, y muchas de las actividades cotidianas las realizamos ayudados por la tecnología. En tal sentido, nos informamos, nos comunicamos, nos educamos y realizamos gestiones económicas en ambos entornos. De igual modo, la educación superior ha sido orillada a desarrollarse de forma híbrida, en algunos casos totalmente online; lo mismo ha sucedido con sus bibliotecas.

“Es una ruptura con la enseñanza de las universidades, pues cuentan con edificios emblemáticos que las distinguen. Además, es un modelo de enseñanza que nos ha acompañado por muchos años y no será fácil cambiarlo a corto plazo”.

También, dijo que se debe considerar que no todo lo que se hace con tecnología, de forma híbrida, o en línea, tiene la calidad pedagógica requerida. Aún así, se exige que las persona adquieran una gran cantidad de competencias digitales, tanto para los alumnos como los profesores; exigiendo para todos los individuos los mismos métodos y tareas, cuando en realidad se deben ofrecer distintas formas o caminos de acuerdo a las características de cada persona. “Lo idóneo es que se diseñen escenarios o metodologías apropiadas”.

Detalló que para el logro de esta tarea la biblioteca juega un papel muy importante en el apoyo la enseñanza híbrida, porque ofrece espacios adecuados para desarrollar el trabajo autónomo del estudiante, salas de lectura y espacios para que se pueda llevar a cabo una interacción social. También, pone a disposición de su comunidad usuaria el préstamo de computadoras, tabletas, el acceso a Internet, libros electrónicos y salones multimedia. Sin olvidar la impartición de los cursos de alfabetización informacional.

Para finalizar esta primera ronda de participaciones, el doctor Daniel Machín Matromatteo, de la Universidad Autónoma de Chihuahua, en México, dijo que de la gran variedad de alfabetizaciones su preferida es la informacional e hizo un llamado a tener cuidado con el uso de la tecnología, porque es una herramienta que puede volcarse al entretenimiento y ocupar gran parte del tiempo de la gente. Por lo tanto hay que saber cómo utilizarla, ya que en este caso puede ser un potenciador para desempeñarse mejor en el trabajo.

Advirtió que con la llegada de la pandemia, ahora hay más competidores con programas educativos que se tuvieron que ir a lo virtual, por lo tanto, se debe dar un salto cualitativo en la planeación docente. En ello, se involucra la biblioteca al enriquecer sus servicios e innovar sus recursos.

También, dijo que en el uso de las tecnologías digitales se necesita una “netiqueta”, es decir, una etiqueta de normas de buen comportamiento de convivencia dentro de la red. Y con respecto a las redes sociales, hay que tener cuidado con las interacciones que se llevan a cabo por aquello del robo de identidad, pues hay quienes tienen toda su vida montada en las redes sociales. Lo más conveniente, sería separar la vida personal de la educativa, de la docente y de la laboral, para que se obtengan buenos resultados e interacciones sociales.

“Si vamos a integrar Facebook en el proceso de enseñanza -sabemos que es un nuevo rol nacido a partir de las redes sociales- hay que ver cómo es su conversación y su desarrollo alrededor de algún tema. Esto representa un reto en el marco de la conversión hacia lo digital”. Para ello, el desarrollo de las competencias informacionales son credenciales necesarias, porque los nuevos ecosistemas están requiriendo alta especialización y competencias como las siguientes: la búsqueda avanzada y el proporcionar información confiable. Pero, sobre todo, hay que enseñar a los usuarios a citar y referenciar para que puedan desarrollar nuevo contenido, concluyó.

En lo referente a la segunda sesión, titulada “Las capacidades digitales de los estudiantes y académicos universitarios”, la doctora Brenda Cabral, moderadora de esta sesión, procedió a presentar al doctor Hernando Lopera Lopera, de la Universidad de Antioquia, en Colombia, quien puso “el dedo en la llaga” al señalar que como respuesta a esta pandemia se incrementó el uso de las redes sociales, a causa de la migración masiva que se dio hacia el teletrabajo y la educación a distancia. Pero, a su vez, evidenció una gran marginación de la población en América Latina, porque se posiciona en un 40% entre la que no tiene posibilidades de acceder a los servicios digitales para continuar con sus actividades educativas, laborales y comerciales.

“En este sentido, las universidades y sus bibliotecas han recurrido a una gran cantidad de recursos digitales y herramientas para poder continuar con los procesos de formación de sus comunidades estudiantiles”.

También, dijo que se debe considerar que se está viviendo una situación de exploración, de búsqueda y de innovación, para poder reinventar los procesos bibliotecarios en el marco de los asuntos académicos universitarios. “Se podría ver a la biblioteca como una gran plataforma y laboratorio de aprendizaje ante la crisis pandémica”. Se trata de aplicar todas las capacidades humanas, tecnológicas y digitales a los procesos y productos con el fin de mejorar su efectividad. En el caso de las universidades, se requiere que emprendan su transformación digital y que enfrenten los retos relacionados con la investigación y con la innovación educativa.

Junto a lo anterior, Hernando Lopera especificó que entre algunas de las capacidades que tienen que desarrollar las comunidades académicas universitarias para perfilarse en un entorno híbrido se encuentran las siguientes: deben ser curadores de contenidos, ofrecer tutorías virtuales y llevar a cabo la edición digital de contenidos educativos, entre otras más.

Más tarde se contó con la participación de la doctora María Teresa R. Pessôa, de la Universidad de Coimbra, en Portugal, quien invitó a reflexionar sobre la gran cantidad de términos que se tienen en torno a las competencias digitales, lo que lleva a no contar con una definición objetiva del término, para que todos entiendan de lo que se está hablando.

Luego, se adentró en la forma de enseñar en esta llamada nueva realidad. Para ello1 se refirió al modelo llamado Technological Pedagogical Content Knowledge (TPACK), como un modelo que indica que los docentes deben dominar conocimientos para poder integrar la tecnología a la enseñanza y poseer habilidades pedagógicas para la enseñanza y el aprendizaje. Porque no basta con saber sobre una materia, hay que diseñar los contenidos para obtener mejores resultados.

También se refirió a la tecnología como un camino más fácil en la creación de conocimiento. Para ello hay que conocer la utilización de las herramientas y saberlas gestionar, con el fin de alcanzar determinados resultados de aprendizaje. Es parte de las competencias digitales, porque permiten dar una clase con el uso de la tecnología.

De igual modo, señaló que los docentes requieren planificar y entender al alumnado, para ello la tecnología resulta ser muy útil. “Por eso hay que promover las capacidades digitales en cinco grandes áreas: comunicación y colaboración; creación de contenidos digitales; seguridad; resolución de problemas, e información. Es un desafío mayor para las universidades”.

Para terminar las intervenciones de esta sesión, la doctora María Concepción Barrón Tirado, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM, en México, enfatizó la importancia que tiene en esta crisis sanitaria la forma de conectar lo cognitivo con lo emocional, porque todavía no hemos podido retornar a los centros educativos y laborales. “¿Cómo activar lo emocional si lo social está ausente?, pues construimos emociones en diversos contextos. Y ¿cómo se puede aprender sin sentir o experimentar?”. Es un dilema difícil de resolver, porque la estancia física en la escuela no siempre implica la escucha y la atención. Y por otro lado, el estar en el mundo virtual no significa que se lleven a cabo los procesos de individualización o aislamiento social, añadió.

También, dijo que de lo que si se tiene claridad es que las instituciones educativas son las encargadas de la socialización de los ciudadanos, y en el caso de la escuela pública ésta se ubica como un instrumento de igualación social. Por el momento hay muestras de preocupación porque vaya a desaparecer esta institución, pero hay que guardar la calma porque la escuela no ha desaparecido, solamente tiene otras características, y aquí lo realmente importante es la recuperación de los procesos de socialización. “Entre otras razones, porque en el ámbito digital la escuela debe tener el mismo sentido de educar, de ayudar a formar el pensamiento crítico y del desarrollo de habilidades y actitudes, bajo un compromiso ético”.

De igual forma la doctora María Concepción Barrón dijo que, independientemente del modelo educativo que se decida utilizar, todos en su conjunto son herramientas que nos va a permitir transitar hacia otras formas de alfabetización y propiciar el aprendizaje.

Más tarde, el moderador de la tercera sesión titulada “Las competencias de los profesionales de bibliotecología para la innovación de la biblioteca universitaria ante ecosistemas híbridos de información”, doctor Jonathan Hernández Pérez, leyó los resúmenes curriculares de los conferencistas y luego cedió la palabra al doctor Cristian Maturana Maturana, de la Biblioteca de Santiago, en Chile, quien antes de entrar al tema de las capacidades digitales que deben adquirir los profesionales bibliotecarios, advirtió que se ha notado que los llamados nativos digitales se inclinan más hacia las redes sociales y las actividades de entretenimiento, pero cuando se enfrentan al trabajo educativo en línea, a través de las diversas plataformas se dan cuenta que realmente se trata de un nuevo aprendizaje, porque saber el manejo de la tecnología para la búsqueda de información y la enseñanza en un ambiente virtual híbrido es más complejo de lo que se pensaba.

En su particular opinión, dijo que entre las competencias transversales que deben adquirir los bibliotecólogos, las de gestión representan el corazón de las organizaciones, seguidas por las de los servicios, porque son la “cara visible” de las bibliotecas; luego las de investigación y desarrollo (porque son la base de la innovación) y las correspondientes al pensamiento crítico, debido a que es la capacidad que se tiene para analizar, interpretar y evaluar para obtener conclusiones propias.

El panelista continuó describiendo una serie de competencias, que vistas en el papel suenan muy fáciles de realizar pero que al ponerlas en práctica representan un gran reto, por ejemplo la polivalencia laborar, la cual requiere asumir distintos roles de acuerdo a las necesidades de cada quien, porque a veces en la biblioteca se deben elaborar perfiles de cargos distintos, como tener que dar seguimiento a alguna tarea distinta a la que se desarrollaba habitualmente.

Indicó que dicha capacidad podría estar relacionada con una de las llamadas habilidades blandas: la de adaptación, pues no hay que perder de vista que la biblioteca no es la que innova sino las personas que colaboran en ella. Otras capacidades más son las de: negociación, asociación, colaboración y la capacidad de observación, entre algunas más.

En cuanto a lo que señaló como la cara visible de las bibliotecas, el doctor Cristian Maturana abundó sobre los servicios que ofrecen las bibliotecas y los calificó como pre-servicio y pos-servicio, porque se trabaja para la comunidad educativa, y los usuarios no  hacen uso solamente de los servicios sino también van a diseñar y a trabajar colaborativamente. En este sentido, esta transición hacia lo digital ofrece la oportunidad para llevar a cabo una mayor segmentación de los servicios y los productos, concluyó.

Seguida de esa presentación, el doctor David Caballero Mariscal, profesor adjunto de la Universidad de Granada, en España, reparó en el hecho de que la universidad se ha centrado mucho en investigar solamente para la publicación y su impacto, pero se olvida de investigar para la acción, porque se trata solamente de competencias. De ahí el hecho que la doctora María Pinto Molina, titular de la ponencia, propusiera un proyecto de investigación centrado en las competencias de información de los profesores y alumnos en la rama de las humanidades y las ciencias sociales, con la idea de desarrollar herramientas y estrategias tomando en cuenta el papel fundamental que juega la biblioteca para el desarrollo de éstas.

David Caballero añadió que para su realización se hizo un diagnóstico en el año de 2017, para poder conocer el tipo de necesidades, competencias y limitaciones que tenían los alumnos de cinco diferentes titulaciones. Se encontró una divergencia entre el crecimiento exponencial de los contenidos digitales y las capacidades de alfabetización informacional de los usuarios.

“Esto quiere decir que existe una brecha en el desarrollo de las tecnologías y la ALFIN, debido a que la información ya no es lo que se percibía hace diez años y ahora hay que enfrentarse a una gran cantidad de alfabetizaciones. Y si no hay un desarrollo de la competencia informacional y la crítica va a ser difícil enfrentar el contexto digital, ya que ahora la información está muy ligada a la inmediatez. Aquí la paradoja es que en la biblioteca se cuenta con muchas plataformas que pueden ser una de las bases de la información de calidad y el asesoramiento, pero tristemente el alumno no distingue entre el proceso de la información y el de la formación”.

Por su parte, la doctora Celia Mireles Cárdenas, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, en México, habló sobre una encuesta que se realizó en su institución a 212 alumnos, con el objetivo de saber si su población estudiantil dispone de los recursos tecnológicos necesarios para poder continuar con su formación educativa en esta situación emergente.

En el cuestionario se les preguntó a los participantes si disponían de tablet, laptop, celular, computadora con micrófono y cámara, conexión wifi y datos móviles, instrumentos necesarios para poder trabajar en un entorno híbrido.

La doctora Mireles refirió que en los resultados de la encuesta se detectaron dificultades para poder conseguir dichos implementos tecnológicos, o en su defecto tuvieron que ser compartidos, pues como se sabe los padres de familia también están trabajando en casa. De igual forma, también se pudo saber que los equipos de cómputo eran tan obsoletos que no permitían la realización de las tareas solicitadas a los estudiantes. Igualmente, se determinó que por parte de los profesores se utilizaron las estrategias para la enseñanza en línea que mejor consideraron, no necesariamente las que se requieren para este cometido.

De igual modo, Celia Mireles habló sobre las dificultades señaladas por los estudiantes para hacer las tareas designadas, entre las que se encuentran: conexión a Internet deficiente; exceso de actividades y tareas; dificultad para concentrarse; dificultad para familiarizarse con los medios utilizados; dificultad para coordinarse con los compañeros del equipo de trabajo y espacio inadecuado, por citar sólo algunas.

A manera de conclusión, dijo que en la transición que se impone ahora se puede recurrir a la llamada aula invertida, al mobile learning, al game learning y otros recursos más, pero el mayor reto que se tiene está en la utilización de las metodologías y las pedagogías más convenientes, “no se trata solamente de cambiar al entorno virtual”.

En la cuarta y última sesión, denominada “La alfabetización digital de las comunidades universitarias: entre los nuevos retos del bibliotecólogo”, moderada por el maestro Federico R. Turnbull Muñoz, se contó con la participación del doctor Javier Tarango Ortiz, de la Universidad Autónoma de Chihuahua, en México, quien indicó que los profesionales de la educación deben definir el tipo de aprendizaje que desean que obtenga el estudiantado: puede ser instantáneo, individual, colectivo o de mantenimiento. Eso por un lado, porque de acuerdo a sus indagaciones notó que hay un exceso de literatura científica que trata el tema de las competencias digitales, pero no encontró alguna que sea sistemática, que ofrezca una fundamentación sobre los elementos del aprendizaje que deban experimentar las entidades bibliotecarias para que se pueda lograr una cultura digital en una comunidad determinada.

Javier Tarango dijo que otra cuestión importante que hay que atender, después de definir el tipo de aprendizaje, es el relativo a la medición. Lo que involucra un seguimiento para saber qué pasa con la formación de las personas, qué impacto tuvo en su vida cotidiana al momento de usar la biblioteca de manera virtual.

También se refirió a cuatro dimensiones que se deben tratar a la hora de alfabetizar a las comunidades: por el tipo de conocimiento; por la distancia entre la situación del aprendizaje; por las características de la tarea y por el esfuerzo intelectual. Asimismo, se deben definir las posturas teóricas del aprendizaje, entre ellas se encuentran: la teoría de “Bo-Peep”; la del “Buen pastor” y la de “La oveja negra”. De estas tres él se inclinó por la del “Buen pastor”, que en apariencia se da en un proceso fácil pero también busca el mantenimiento del aprendizaje y la adaptabilidad a situaciones nuevas; es un modelo más amplio para obtener un mejor avance educativo.

Como parte de su estudio, el doctor Tarango Ortiz y un colega de su institución realizaron un análisis basado en el modelo de Levy, el cual denomina a la alfabetización digital como cibercultura, que considera cinco niveles: acceso a las TIC; el uso de ellas; apropiación tecnológica y social del conocimiento; empoderamiento con las TIC e innovación social y desarrollo humano.

“En dicho estudio se determinó que para lograr el desarrollo de estos procesos de cibercultura se debe partir de diagnósticos específicos y estructurados, y a partir de ello definir la condición que guarda nuestra comunidad usuaria. Luego se debe definir y retomar los puntos de aprendizaje que replantean los modelos previamente elaborados”.

En este mismo sentido el licenciado Rubén Gonzalo Cabral, de la Pontificia Universidad Católica Argentina, en Argentina, señaló que muchas veces de tiende a tratar a la ALFIN y a la Alfabetización Digital como si fueran sinónimos, en el caso de la primera es la capacidad del acceso y dominio de la información, y en el caso de la segunda es la capacidad de realizar diferentes tareas en ambientes digitales.

“Probablemente el problema radica en que hay usuarios que visitan las bibliotecas pero nunca han recibido cursos y no saben utilizar los recursos electrónicos y virtuales; por lo tanto, la biblioteca debe revisar los programas curriculares e incorporar habilidades para poder subsanar este problema”.

Especificó que lo ideal es que las personas de forma continua aprendieran con las herramientas adecuadas, y de forma permanente fueran adquiriendo destrezas, habilidades y estrategias tecnológicas. De otro modo no podrán incursionar en los entonos virtuales ni tampoco podrán conocer cómo se lleva a cabo la dinámica de las nuevas modalidades educativas.

En esta tarea las bibliotecas cuentan con herramientas tecnológicas que pueden aportar a los estudiantes universitarios una serie de instrucciones, que les van a permitir que se desenvuelvan de forma eficiente en el entorno virtual. “La teoría de aprendizaje que predomina en estos contextos es el Constructivismo, pues el estudiante construye significados que son incorporados a un esquema mental previo, es decir, está basado en experiencias anteriores que se dan en un contexto de interacción social”.

Por último, para el cierre del Foro, el doctor Miguel Ángel Marzal García-Quismondo, de la Univesidad Carlos III de Madrid, en España, se refirió al propósito de excelencia que deben mantener las universidades porque están inmersas en lo que se ha dado en llamar la cultura de la evaluación, la cual se demuestra mediante su acreditación y certificación, dos funciones que las facultan para el desarrollo de sus funciones.

Abundó en que este tipo de universidades están orientadas a la obtención de resultados y constantemente deben demostrar su calidad educativa bajo el esquema de medición de los rankings, instrumentos que de una manera comparable y medible permiten saber cuáles son aquellas universidades y áreas del conocimiento que son decisivas para ser consideradas por las autoridades académicas.

En el caso de los instrumentos de medición estos también han ido cambiando ayudados por la tecnología; por ejemplo, en su universidad se utiliza una herramienta que permite hacer la comparación de la calidad y excelencia entre las universidades. Se mide específicamente la actividad científica, al profesorado, la innovación, la competitividad, el financiamiento y la capacidad formativa, añadió.

En cuanto al papel de las bibliotecas en este contexto, Miguel Ángel Marzal sugirió que se debe integrar una propuesta de competencias digitales que considere la integración curricular, realizada a partir de los planes estratégicos de la universidad en consideración de que los estudiantes adquieran capacidades que les permitan sintetizar ideas e información, hacer comparaciones y análisis relacionadas a una amplia variedad de fuentes, porque no se trata de una alfabetización más.

Reiteró lo que ya se ha mencionado en sesiones anteriores; “hay que identificar cuántas alfabetizaciones se van a requerir porque se encuentran una gran cantidad de adjetivos”, y si no se tiene claro en qué tipo de alfabetización se va a trabajar el programa de competencias se puede correr el riesgo de no cumplir con los propósitos establecidos en él.

Por último, dijo que también es importante definir el modelo pedagógico, de preferencia que esté enfocado hacia la educación no formal para que el servicio que se ofrezca esté más orientado hacia la certificación.

Reseña informativa: María del Rosario Rodríguez León.