Irene Vallejo conversó sobre su obra El infinito en un junco, en la Sala Nezahualcóyotl

*Lo que más sorprende de la escritora es su versatilidad, su ensayo inicial logró derivarlo a una narración sobre la recreación de la historia del libro y las bibliotecas.

*En 2020 fue galardonada con el Premio Nacional de Ensayo, de España.

*Las personas dejan algo de sus experiencias, de las cosas que los hacen vibrar, de lo que los conmueve, y todo ello queda plasmado en los libros.

*Los filólogos tienen la vocación de reivindicar el valor de todas las lenguas, y no se puede concebir que se pueda amar a una lengua sin amar a todas las demás lenguas, como si una fuera más importante que la otra, cuando en realidad se trata de distintas dimensiones de un mismo amor por la palabra.

 El video de esta actividad se encuentra disponible en: 

 https://www.facebook.com/bibliotecasUNAM/videos/709939290446236

Mucho se ha dicho y escrito sobre el más reciente libro de la joven revelación literaria Irene Vallejo: “El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo”, obra que se posicionó muy rápido entre las preferencias lectoras, llegando a alcanzar cientos de miles de ejemplares vendidos y logrando su traducción a más de una veintena de idiomas, lo cual ha sorprendido a su autora y a su casa editorial Siruela, pues cabe recordar que es una obra enmarcada en el contexto de la pandemia que inició en el 2020 y que aún no ha terminado, afectando a muchas editoriales y librerías que se vieron forzadas a cerrar sus instalaciones.

A pesar de ello, esta situación resultó ser una gran oportunidad para que la gente se interesara de nuevo por la lectura y se alejara un tiempo de la vida tan agitada de nuestros días, encontrando en el libro una especie de refugio y salvación durante el prolongado encierro.

Volviendo al tema, lo que más sorprende de la escritora es su versatilidad, pues su ensayo inicial logró derivarlo a una narración sobre la recreación de la historia del libro y las bibliotecas, añadiendo una combinación de aspectos autobiográficos y anécdotas infantiles; dando como resultado un extraordinario relato donde se enlaza el pasado con el tiempo presente.

Esto le valió a Irene Vallejo para que en 2020 fuera galardonada con el Premio Nacional de Ensayo, entre muchas otras distinciones. Digno reconocimiento para una joven escritora, doctorada en Filología por las universidades de Zaragoza y Florencia, especialista en lenguas antiguas, estudios helénicos y clásicos; que ha sabido dar cabida en las páginas de su obra a una gran cantidad de personajes: copistas de libros, narradores orales, traductores, iluminadores, rebeldes, sabios, monjas, bibliotecarios y por supuesto el protagonista principal, el libro, que es un objeto que pasa por distintas aventuras y peripecias. De igual modo, hace referencia a personajes de la actualidad y describe situaciones y paisajes de una forma excepcional.

Lo anteriormente expuesto sirvió como una breve introducción al conversatorio que sostuvo la autora del libro con la doctora Rosa Beltrán, la maestra Socorro Venegas y, para la presentación y sesión de preguntas del conversatorio, la directora general de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información, doctora Elsa Margarita Ramírez Leyva, en la emblemática Sala Nezahualcóyotl; evento organizado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, la Dirección General de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información, entre otras importantes entidades académicas de la UNAM que se sumaron a la realización de la actividad.

Ahora bien, la escritora y coordinadora de Difusión Cultural de esta casa de estudios, doctora Rosa Beltrán, abrió la conversación al cuestionar la razón del porqué una obra que habla de los clásicos, anteriores a la era de Cristo, y de libros que se han escrito en lenguas que algunos las denominan lenguas muertas, ha tenido tantos lectores y muchos de ellos muy jóvenes.

Antes de responder, la autora de El infinito en un junco agradeció a los organizadores del evento y a la UNAM por su acogida y hospitalidad, y señaló que cuando comenzó la gestación del libro en su mente no tenía muchas expectativas de contar con tantos lectores, porque desde el punto de vista editorial y comercial el ensayo todavía es un género minoritario, y, por otro lado, la decisión que tomó para que el libro fuera el protagonista más destacado de la historia podría causar recelo entre los lectores, porque se podría pensar que es un objeto inerte, frío y desapasionado.

“Cuando en realidad yo pretendía levantar un edificio, y era todo lo contrario, era un canto en el que brota el entusiasmo y el esfuerzo por sobrevivir, y creo que también ha sido la impronta principal de todos estos meses de pandemia. Y es que, aunque no somos frágiles como el junco y la materia vegetal con la que se fabrican los libros, el junco sí lo es, pero al mismo tiempo es un superviviente y en ese sentido es una metáfora de todos nosotros, todos somos esa fragilidad donde cabe el infinito, el infinito de las emociones y de la poesía”.

Luego, dijo que las personas dejan algo de sus experiencias, de las cosas que los hacen vibrar, de lo que los conmueve, y todo ello queda plasmado en los libros, porque quizá los libros sean una forma de inmortalidad a través de las palabras y el lenguaje, o tal vez podrían ser un camino hacia el futuro, o un puente de comunicación con quienes nos antecedieron o con quienes nos sucederán. Añadió que esta especie de cadena del libro ofrece la posibilidad de trascendencia y vínculo; es por ello que al libro no se le percibe como un simple objeto, porque representa la suma de muchas personas que forman una comunidad.

En su oportunidad, la directora general de Publicaciones y Fomento Editorial, maestra Socorro Venegas, le preguntó a la ensayista y escritora Irene Vallejo si su estancia en una biblioteca de Florencia había sido un lugar de inspiración para escribir su obra, a lo cual ella respondió que realmente comenzó mucho antes, cuando tuvo la oportunidad de ser becada para poder estudiar en Florencia y Oxford, lo cual le abrió las puertas de la Biblioteca Laurenciana y Riccardiana para poder disfrutar de algunos libros de sus extraordinarias colecciones. Y más aún, el hecho de tener entre sus manos libros tan antiguos le hizo tomar consciencia de toda la historia que había detrás de ellos para que ese momento fuera posible. Irene indicó que todo ello fue factible gracias a la invención de las bibliotecas públicas, porque sin ellas no sería viable que cualquier persona pudiera disfrutar de las joyas bibliográficas.

“El hecho de poder tener un “petrarca” entre mis manos es el resultado de una larga historia, de una peripecia, yo diría de un relato épico, que es el que he intentado relatar de la forma más apasionada en el “Infinito en un junco”, pues es un libro híbrido, como yo misma lo soy, entre filóloga y escritora; en ese sentido es un ensayo, tal como lo entendemos, pero también son una serie de relatos enhebrados como Las mil y una noches y el Decamerón de Giovanni Boccaccio, que son cuentos que se entrelazan y terminan siendo como un canto a la fascinación de la palabra”.

Irene también dijo que esa oportunidad que le fue concedida, de que llegara a sus manos un texto tan antiguo, le despertó una conciencia política para reflexionar en torno a la historia de las mujeres, las cuales durante muchos siglos permanecieron excluidas del estudio y del mundo intelectual.

La conversación continuó en la misma tónica histórica, pero ahora en torno a esa figura mítica de Alejandro Magno. En este sentido, Irene manifestó que al leerlo bajo la perspectiva de la épica, durante muchos siglos fue un personaje concebido como un guerrero muy despiadado, pero también como un hombre que supo conciliar una suerte de mestizaje entre los griegos y los egipcios. Pero, tras la Segunda Guerra Mundial cambió dicha concepción y se empezó a leer en los libros a las figuras míticas de otra forma; en el caso de Alejandro Magno sería a través de lo que representó su fracaso en la guerra.

En este sentido, se le preguntó a la especialista en qué momento de su investigación se dio cuenta de que los lectores le daban diversas interpretaciones a los libros, a pesar de que se tratara de un mismo personaje, y que si al tener múltiples lecturas puede ser un factor para que cambie el sentido de su contenido.

Ante ello, la escritora tomó unos segundos para reflexionar su respuesta, y con una sonrisa fresca y amable dijo que cuando ella conoció a los clásicos por primera vez estaban revestidos con un aura de perfección y excelencia, como si hubieran representado a la cumbre de la humanidad, y se les estudiaba con una especie de reverencia, pero conforme pasó el tiempo se dio a la tarea de estudiarlos a profundidad y se percató de que no eran seres tan perfectos como se les mostraba en los relatos, que en realidad sus vidas habían estado llenas de defectos y fracasos, y, peor aún, que en sus historias apenas si figuraba la presencia de las mujeres.

“Cómo era posible que ese mundo hubiera sido tan perfecto, si apenas había lugar para la mitad de la humanidad y para los esclavos; cómo se conciliaban todas esas dimensiones en ese territorio aparentemente homogéneo de unos ciudadanos satisfechos de su democracia, pero al mismo tiempo expulsando a tres cuartos de la población y todo eso me despertó desconcierto e incomodidad. Por eso nació mi necesidad de reescribir sobre mi relación con los clásicos de una manera distinta a la que se me había ofrecido en mis estudios universitarios, y creo que ahí nació El infinito en un junco”.

La autora añadió que tuvo que bajar a esos héroes y conquistadores de su pedestal y ubicar a Alejandro Magno más allá de la violencia y la conquista, pues fue un personaje obsesionado por hacer realidad el sueño de Homero en su poema épico de La Ilíada.

“Alejandro también fundó una ciudad, porque había tenido una imagen onírica; pero más allá de eso también estaba el hecho de que fue en la Biblioteca de Alejandría donde realizó su sueño de reunir todas las palabras, las ideas, los conceptos, los poemas de relatos y las creencias de distintas religiones, para hacerlas convivir en un solo recinto”.

En este diálogo tan enriquecedor con la escritora Irene Vallejo, también se mencionó a la primera mujer que firmó y escribió un libro mil quinientos años antes de Homero, la sacerdotisa Enheduanna, y la poca presencia de las mujeres escritoras en la antigüedad; así como el brutal asesinato de Hipatia, la primera matemática de la historia en Alejandría -ciudad fundada por Alejandro Magno-, y la importancia de no arrinconar en el umbral del olvido a Enheduanna y sus ateridas sucesoras.

Este último adjetivo Irene lo retomó como una falta de ascendencia, que se produce generación tras generación porque muchas mujeres después de muertas han sido leídas y otras han sido admiradas en vida, pero luego se disipa su recuerdo porque los profesores no han puesto empeño para mantenerlo vivo y dejan que desaparezca en la nada.

“Por eso me parece tan importante volver la vista atrás. Porque al mismo tiempo sabemos que muchas mujeres fueron expulsadas del canon literario y este libro es un homenaje a las mujeres de la oralidad y de los excluidos, que nunca llegaron a aprender a leer y escribir, y es importante porque la oralidad pertenecía a todos; sin embargo, en el momento en que se inventa la escritura el poder queda en manos de los privilegiados, y la escritura y los libros al principio eran un reducto para los aristócratas, para los reyes, para los emperadores y para los gobernantes, porque eran los que sabían leer y escribir”.

También indicó que más adelante fue un privilegio de los más ricos, dejando a las mujeres fuera del alcance de los libros.

“Por eso es importante perseguir sus huellas, pues se prefirió iniciar el relato histórico a partir de Homero y no a partir de una mujer. Por eso me pareció importante rescatar la palabra de las mujeres, al menos rescatar su presencia, su huella, su sombra y su paso”.

Al seguir adelante con el diálogo la maestra Socorro mencionó los estudios del investigador emérito de la UNAM doctor Miguel León Portilla, relativos a la desaparición de las lenguas ágrafas, y leyó un fragmento para establecer una especie de puente comunicativo con el libro de Irene, relativo al estudio de la oralidad. Al respecto, la ilustre invitada indicó que no se debería consentir que esa riqueza oral desaparezca porque representa otra forma de ver el mundo, diferentes vertientes de una realidad, diversas facetas culturales y diferentes formas de concebir a la humanidad.

“Los filólogos tenemos la vocación de reivindicar el valor de todas las lenguas. Yo no concibo que se pueda amar a una lengua sin amar a todas las demás lenguas, como si una fuera más importante que la otra, cuando en realidad se trata de distintas dimensiones de un mismo amor por la palabra, por la expresión y por el relato. Por lo tanto, se puede hablar de una ambigüedad en los libros, porque muchas veces son representantes de una idea única de la cultura, y en ese sentido los colonizadores han llevado los libros a las culturas ágrafas y han impuesto junto con el libro una determinada imagen de civilización. Pero no necesariamente son vehículos de progreso porque a veces en nombre de un libro se comenten actos de barbarie destruyendo a otros. También pueden ser herramientas contenedoras de nuestras mejores virtudes, pero en otras ocasiones pueden contener nuestros peores defectos.”

Por último, para cerrar el conversatorio se dio paso a algunas preguntas de los asistentes. Pero antes, la doctora Elsa Margarita Ramírez animó a la joven escritora para que hablara sobre los presagios relativos a la desaparición del libro. Ante lo cual, Irene Vallejo señaló que también se ha hablado de la desaparición de los lectores, provocando sentimientos de temor en las personas que aman los libros; pero que gracias a todos aquellos que han compartido un libro, que lo han hecho revivir en las interpretaciones de otros lectores siguen más vivos que nunca.

“Todos los que hemos sentido que los libros forman parte de nuestra vida, los profesores y los bibliotecarios y bibliotecarias han hecho posible toda esa épica del libro que se manifiesta en El infinito en un junco, porque han demostrado que somos más de lo que se pensaba, y creo que toda esa rebeldía ha logrado crear una cadena humana que se niega a desaparecer, pues ahí están las personas velando por las palabras desde los colegios, las universidades, las bibliotecas y los promotores de la lectura, para hacerla llegar a los lugares más alejados”.

Añadió que en toda esta historia las bibliotecas públicas han jugado un papel muy importante, porque son los lugares más democráticos y confiables debido a que dan acceso a todo tipo de personas. Del mismo modo, intentan subsanar las desigualdades sociales para quien no tiene acceso a Internet o un lugar donde abrigarse durante los gélidos días invernales, entre otras cuestiones.

“Pero más allá de custodiar el acervo las bibliotecas tienen otra dimensión social, porque las he visto acoger eventos, conversatorios, a los narradores orales del presente y a los cuentacuentos, entre otros actores”.

Como una forma de despedida, Irene Vallejo nuevamente agradeció a los organizadores del evento y a la UNAM por haberla recibido con tanto cariño, y también dio las gracias por la gran acogida que México dio a los refugiados y exiliados españoles, y porque les fue permitido desarrollar sus carreras artísticas e intelectuales, después de una historia tan convulsa y un pasado tan terrible que vivieron con el régimen franquista. Y enseguida se escucharon los aplausos y la ovación del público asistente, para luego esperar su turno para que les fueran autografiados los libros que celosamente contuvieron entre sus manos.

Reseña informativa: Ma. del Rosario Rodríguez León